sábado, febrero 07, 2009

Relaciones Internacionales. Cuestión de orgullo.

Los medios de comunicación nos relatan hoy distintas noticias de carácter internacional relacionadas con una palabra: orgullo.
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El orgullo de país, que es capaz de iniciar una guerra antes que realizar una concesión que pueda ser tachada de debilidad. En los últimos tiempos hemos tenido algunos ejemplos, pero el principal es Rusia.
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Después de la II Guerra Mundial, el mundo asistió casi sin pretenderlo a la llamada Guerra Fría que tanta tinta ha permitido gastar a los autores de ficción. Era una guerra soterrada, de espías y servicios de inteligencia, de control y afianzamiento de los aliados para no temer en exceso a los enemigos. Era una guerra, sí, pero al tiempo garantizaba la paz derivada del holocausto que sería el enfrentamiento entre los bloques. La política internacional se movía por el "yo no te meto el dedo en el ojo a ti, tú no me lo metes a mí". Era una guerra que irónicamente salvaguardaba una cierta paz, pues muchos conflictos locales fueron enfriados porque no había quién se atreviera a encender una chispa que pudiera derivar en un conflicto nuclear.
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Pero años más tarde, para alegría de casi todos, menos de John Le Carre que tendría más complicado inventarse espías que surgieran del frío, cayó el muro de Berlín, que en cada bloque de piedra que se desmembraba cohesionaba más a los hermanos separados y enfriaba la posibilidad de conflicto. De conflicto, sí, pero del conflicto global, porque a partir de aquí el mundo comenzó a recuperar lo que alguien denominó como los cuarenta conflictos olvidados, y el mundo volvió a llenarse de guerras, que por ser más locales y menos peligrosas globalmente, pensábamos que nunca terminaban de estar lo suficientemente cerca de nosotros como para ponernos en peligro. Las guerras del Golfo, la guerra contra el Terrorismo Global, Líbano, guerra civil palestina, guerra palestina-israelí, el volcán de la ex Yugoeslavia, con el detonante inicial de Bosnia, Croacia y Serbia, el Congo de Kabila, la Ruanda de hutus y tútsis, Sierra Leona, Somalia, Darfhur, la guerra contra la corrupción y el narcotráfico en México, etc… Conflictos, conflictos y más conflictos.
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Pero tenemos sobre el tapete no sólo una crisis económica mundial, sino una lucha de orgullos que genera no menos tensiones, como la de Rusia con la Ucrania pro-occidental con el conflicto repetido del gas, y buena parte de sus ex repúblicas, recordemos la invasión de Georgia meses atrás, porque en el fondo no ha llevado muy bien eso de no ser superpotencia.
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Y cuando el orgullo está herido, nada mejor que los gestos de fuerza para hacer de la debilidad virtud, recordemos lo que exprimió Corea su amenaza nuclear. Raúl Castro visita Rusia como otrora hiciera su hermano Fidel unas decenas de años atrás. Rusia demuestra a Europa su debilidad y excesiva dependencia de su gas, Rusia da un serio toque a la OTAN por su expansión hacia la Europa del este, o anuncia el despliegue de cohetes en Kaliningrado si EEUU quiere meterle en las narices su escudo de misiles, que dicho sea de paso, serviría de defensa en caso de ataque con misiles, pero dada su evolucionada tecnología también podría convertirse en un arma de ataque, lo que Rusia no está dispuesta a consentir.
Mientras Irán aprovechando el lío continua con su plan nuclear. Y China, que por ahora pasa de líos, salvo el del Tibet, prefiriéndo dedicarse a continuar cerrando acuerdos comerciales con África y Latino América por poner dos casos. Que el roce erosiona y el gigante sólo quiere crecer.
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¡El orgullo!
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Bueno es sentirse orgulloso de lo divino y de lo humano, de lo propio y de lo ajeno, pero malo estar dispuesto a matar y morir por él. Sólo por cuestión de orgullo.
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Luis Salvador
Portavoz de la comisión de Ciencia e Innovación del Senado

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